La vida de Manuela Sáenz es como un diamante deslumbrante, una joya que posee muchas aristas, dignas de ser estudiadas una por una. Podemos hablar de la audaz y valiente heroína independentista, de la política sagaz e intransigente, de la mujer perseguida y exiliada más allá de la vida y de la muerte, de la amada desafiante y leal compañera de Bolívar, de la insurgente combativa, ganadora de inusuales títulos militares y de la mujer libre, autónoma e independiente, ilustrada y librepensadora.
MANUELA SAENZ
Para la historiografía tradicional ecuatoriana y grancolombiana, hasta hace poco tiempo, ella no pasaba de ser, la amante de Bolívar, amante, como dijo Von Hagen, cada vez más opacada y escondida, en aras de aquella transfiguración que sufriera Bolívar, a partir de su muerte, cuando sus detractores decidieron convertirlo en héroe de piedra y de silencio.
En aquella historiografía, Manuela no pasaba de ser, en el mejor de los casos, la mujer que, en un acto de valentía, un 25 de septiembre, en Bogotá, salvó a su amado de un vil asesinato. Acto por el cual se la conoció con el apelativo de "la Libertadora del Libertador".
En las últimas décadas, la explosión de diferentes movimientos sociales, en especial, el de las mujeres, generaron transformaciones importantes en la sociedad, en las ciencias sociales y, en particular, en la historiografía. Ésta empezó a plantearse una visión mucho más totalizadora y equitativa, incorporando a las mujeres como elementos fundamentales y necesarios del escenario y quehacer histórico. Así pues, empezó a ser reconocida e investigada la presencia de las mujeres en los distintos procesos económicos y sociales en el mundo y en América Latina.
A Manuela, podríamos abordarla como la combatiente, que rompiendo con las estrictas normas vigentes en la época, vistió uniforme militar, aprendió a usar armas, desarrolló tácticas de espionaje para ayudar a los planes independentistas, combatió en el frente de batalla, tanto en Ayacucho como en Junín, y ganó varios títulos militares por méritos propios, como el de Coronela del Ejército colombiano, por petición expresa del General Antonio José de Sucre a Bolívar, luego de la Batalla de Ayacucho. Título que le fue concedido por el Libertador y repudiado enérgicamente por el General Santander. Ella había gradualmente ganado otros títulos militares como el de Húsar, Capitán de Húsar y Teniente de Húsar por su permanente dedicación y trabajo al servicio de la causa de la Independencia. Su apoyo a la causa de la Independencia no fue sólo con su constante dedicación sino también y permanentemente con sus propios recursos económicos, que prácticamente dilapidó en función de su nobles ideales libertarios.